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Yo nena, yo princesa

 

“Toda identidad asumida en el marco que fuera,

y bajo las formas que cobre, es garantía de estabilidad

y ningún ser humano acepta su desmantelamiento…”

Silvia Bleichmar.

 

 Yo nena, yo princesa. Experiencia trans de una niña de 5 años es un documental dirigido por Valeria Paván y María Aramburú que acaba de estrenarse en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires BAFICI 2014. El documental relata la experiencia de Lulú, una niña que llegó al Área de Salud de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) derivada por una psicóloga que en su informe final mencionaba: “…he notado signos de una posible problemática de género en cuanto a su identidad sexual”.

Según relata Valeria Paván, directora del documental pero además la psiconalista que siguió el caso de Lulú, desde el comienzo de las entrevistas con la niña (apenas había cumplido los cuatro años), ella se presentó como Lulú, independientemente de que su aspecto respondiera, en cuanto al corte de pelo y a la ropa, al de un varón.

Lulú es hermana melliza de un varón, con una estructura yoica masculina que nunca manifestó incomodidad alguna, ni sentimiento de extrañeza, frente a su identidad o a su cuerpo.

 “Yo nena, yo princesa”. Trailer

 

 

 

El caso de Lulú adquirió relevancia pública a partir del pedido de su mamá por el cambio de DNI, derecho finalmente conseguido en 2013.

En las consultas y posterior tratamiento, los padres de Lulú cuentan que, desde muy pequeña (2 años y medio) manifestaba “ser nena” y que en cuanto adquirió la capacidad de hablar se expresaba en ese sentido diciendo, por ejemplo, “yo, nena… yo, princesa”.

La primera respuesta a estas manifestaciones por parte de sus padres apuntaba a explicar de diferentes formas que él era un varón, un nene, y a “reforzar” la masculinidad mediante algunos recursos caseros “del sentido común” como, por ejemplo, pintarle el cuarto de celeste y comprarle juguetes exclusivamente masculinos.

Masculino y femenino constituyen una “ley de cultura”, un modo de ordenamiento determinado en el que las personas nos inscribimos con los inconvenientes del caso. El enunciado de la identidad de género se inscribe en la entidad nuclear del yo antes aún de que el niño conozca la equivalencia con la diferencia sexual anatómica. ¿Por qué una ley de la cultura? Porque el género es una construcción ideológica; una entidad cultural, política y moral.

“Si bien la lucha de Lulú es sentirse una niña como las demás, dice Paván, ella y todos los que la rodeamos sabemos que tiene por delante un camino más complicado que el resto. La fuerza desplegada por Lulú desde los dos años en defensa de su identidad no ha sido suficiente para evitarle lo traumático de la construcción de su identidad.

Comenzó cuestionando la ropa, el corte de pelo y los juguetes, y la forma de ser nombrada; a partir del conocimiento de la diferencia sexual anatómica, de la existencia del pene para los varones y la vagina para las mujeres, se le presenta una cuestión irreductible que provoca una enorme frustración ya que le señala la gran diferencia que la deja fuera del grupo de todas las nenas. Esta brecha que se abre entre ella y el resto de las nenas, se profundiza con el paso del tiempo en la medida que sigue aprendiendo cosas de los hombres y las mujeres y del ordenamiento cultural binario de los géneros. Sabe, y así se lo ha manifestado a la madre: “…a mí no me van a crecer tetas” y “…yo no voy a tener bebés en mi panza” (a los seis años). Ella busca con desesperación una nena igual a ella, una nena con “penecito”, como ella lo menciona, pero no la encuentra”.

Finalmente, en octubre de 2013, Lulú, con 6 años recibió un nuevo DNI acorde con su identidad de género autopercibida, convirtiéndose en el primer caso en el mundo en que el Estado reconoce este derecho a una menor de edad sin judicializar el trámite.

El documental relata su historia, su sufrimiento, su búsqueda y construcción de identidad como una forma más de, a través de esa historia darle la voz a Lulú.

Por Valeria Dotro