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Comunidades, juego y ficción

Aproximarnos a los consumos culturales de los niños nos lleva a observar las asignaciones de sentido que las nuevas generaciones otorgan a sus prácticas. Es llamativa la cantidad de usuarios de entre 5 y 12 años  que poseen las comunidades multijugador como Club Penguin (220 millones),  Moshi monsters (77 millones), Poptropica (265 millones), Neopets (77 millones), Wizard (32 millones) Panfu (25 millones), Mundo Gaturro (6 millones), entre otras. En la medida en que nos aproximamos a esos consumos encontramos que, en la actualidad, los niños establecen  relaciones de socialidad también en los espacios virtuales. En el marco de las redes sociales conforman su identidad y se encuentran con sus otros pares.  De esta manera y a partir de identidades individuales o colectivas creadas en la red a través de avatars o nicknames, construyen sentidos de pertenencia y elaboran un nuevo “común” que les permite conocer a otros, interactuar y crear cultura.

Las comunidades multijugador son espacios digitales de juego interactivo y  estructuras narrativas multimediales donde los usuarios participan creando comunidades de pares.  Al jugar, los niños están en su tiempo de ocio inmersos en las tramas propuestas por estos nuevos medios y mantienen relaciones intersubjetivas no presenciales en “espacios genéricos, “en un ahí en el aire”. (Lash Scott).

Los niños experimentan, también en estos espacios, la actitud de estar en el mundo con una perspectiva particular,  transformándose en actores del juego. Son afectados y afectan el entorno y a sus a través de la intuición. El jugador no representa al personaje sino que actúa como el personaje, sólo pensando como el personaje resuelve el juego. A diferencia de los espectadores distanciados de la televisión o lectores de los cuentos, los niños aquí habitan la ficción.

Las recientes transformaciones tecnológicas que habilitan la interactividad son sin duda claves para comprender estos juegos. La lectura no lineal, hipertextual, en simultáneo y las diferentes temporalidades (velocidad, aceleración, instante presente) y espacialidades (virtualidad, simulación) de lo digital configuran nuevos  modos de ser y de estar en el mundo. De esta manera, el hipertexto y la imagen nos cuentan nuevas formas de decir y de jugar.

La interactividad rompe con la linealidad y secuencialidad de la comunicación. Habilita una respuesta en tiempo real de los usuarios de los nuevos medios que transforma radicalmente los paradigmas de la comunicación masiva donde la instancia de producción estaba separada de la recepción. Los nuevos medios introducen nuevas formas de producir sentido colaborativo. La idea de individuo, sujeto moderno y noción de autoría se ven transformadas y surgen nuevas concepciones sobre los procesos de subjetivación, sobre la creación colaborativa y la autoría compartida.

Los accesos y recorridos intuitivos y autónomos a los contenidos permiten la  autoorganización de las estrategias de juego  y la puesta en escena de diferentes identidades. En los recorridos lúdicos de las comunidades los niños enfrentan un reto y toman decisiones que tienen efectos sobre lo que sucede en la pantalla, permitiendo reflexionar sobre sus decisiones y reconsiderarlas para desarrollar nuevas estrategias

La interactividad, a diferencia de la propuesta de los medios tradicionales, incita al usuario al movimiento, a la respuesta. Pero esta interactividad puede estar condicionada por las opciones predeterminadas del soft o bien estar en condiciones de habilitar la generación de una respuesta nueva y diversa respecto de la intención de la producción. En cualquiera de los dos casos es posible la producción de sentido en tiempo real.

La mayoría de las propuestas de comunidades multijugador para niños están enmarcadas en  la lógica del mercado. La interactividad organizada por el consumo produce movimiento y acción dentro del mundo de la marca, donde muchas veces la participación está condicionada por la compra del producto, ya sea con monedas virtuales o con tarjeta de crédito.

Estos nuevos medios también disputan la lucha por el sentido común en la infancia según interpelan a los niños como consumidores o como ciudadanos. Relatos y representaciones de lo público, lo privado,  y sus combinaciones actuales con lo íntimo, lo común y los otros, son los temas que nos incitan a pensar nuevos horizontes de interpelación.

En tanto que espacio convocante y de fuerza de visibilidad, lo público y lo privado, y la construcción identitaria y su relación con los otros, se reconfiguran también en este momento histórico. La lucha por el reconocimiento se da también en los espacios virtuales. Los chicos y chicas se hacen visibles en los espacios digitales, se apropian de sus prácticas sociales, les confieren sentido dentro y fuera la red.

Por Carolina Di Palma

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