Latinlab

Infancia, entre la inocencia y el mercado

kids-as-future-consumersHace poco me contaba un padre de un niño de 7 años que había decidido, después de resistirse durante un tiempo, regalarle a su hijo un celular, para los Reyes Magos. Días después, sonó el celular en la casa, el niño atendió. Una persona pidió por su padre y él contestó que su papá no estaba. Le pidieron que por favor le avisara a su papá que habían llamado de Garbarino (local de venta de electrodomésticos) y que tenían que hablar con el dueño del celular. Entonces, el niño dijo enseguida que el dueño era él. El empleado le explicó que el teléfono era de él pero que querían hablar con el titular, es decir con la persona que lo había comprado. Al escuchar esto, el niño con gran seguridad contestó: “Ah, entonces no tenés que hablar con mi papá, tenés que hablar con los reyes magos”.

Lo que resulta interesante de esta anécdota es que nos ubica frente a estas nuevas identidades infantiles que tanto tienen de complejo y heterogéneo. Identidades infantiles atravesadas, tanto por la posesión de saberes en relación con las nuevas tecnologías y los medios de comunicación, como por las preguntas esenciales de todos los tiempos, y tanto por el consumo como por nuevas formas de polarización social.

Esas son las infancias que tenemos y las que también de diferentes modos, aparecen representadas en los medios y en el discurso cotidiano.

Siguiendo a Sandra Carli[1], podemos decir que en las últimas décadas las identidades infantiles estuvieron afectadas por procesos de heterogeneización y homogeneización sociocultural. Hablamos de heterogeneización en relación al aumento de la desigualdad social que generó más contraste, una brecha más amplia entre quienes pueden acceder al consumo material y aquellos que no pueden. Por otro lado, observamos fuertes procesos de homogeneización que tiene que ver básicamente con la uniformización de la cultura infantil, del mercado y  que es el resultado de una cultura global sobre la infancia. Es decir mientras que nos enfrentamos a infancias más diferenciadas en cuanto a su situación económica y social, vemos al mismo tiempo un discurso mucho más homogéneo en relación con la infancia que es el que proviene de los medios, del mercado y de las nuevas tecnologías.

Los chicos y chicas construyen su identidad en relación con múltiples referentes entre los cuáles el mercado, básicamente a través de los medios y de las nuevas tecnologías ocupan un lugar central.

Uno de los factores esenciales y quizá el más evidentes es la fuerte presencia de los productos de la industria cultural y de los medios de comunicación en el cotidiano infantil. El mercado ingresa al patio de la escuela, al living del hogar y ocupa cada vez más terreno en la ciudad. Los canales de cable, los complejos de cine, las emisoras radiales FM, los supermercados, los kioscos, los shoppings o los restaurantes de comida rápida se vuelven espacios naturales para la vida diaria pero pasan desapercibidos en su impacto sobre la formación de los niños y la constitución de subjetividad.

La presencia de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana de los niños es, entonces, un elemento fuera de discusión. Los modos en que esa presencia modifica la relación entre niños y adultos, las características de los procesos de socialización anteriores y las formas de construcción de las identidades infantiles, nos permiten definir a estos medios como nuevos agentes de socialización.

Pero, ¿quiénes son estos nuevos niños? ¿Qué nos muestran de ellos la publicidad y los medios? La figura central con la que nos encontramos es la del niño consumidor: un niño que, como explica la investigadora brasileña Rabello de Castro, ha sido elevado al mismo estatus que el adulto, a partir de la interpelación del mercado[2]. Si antes el niño era ser en potencia, negándose por completo su participación en la esfera productiva, la sociedad de consumo en busca de nuevos compradores para ampliar sus horizontes, incorpora a los niños, dándoles una visibilidad inédita. Los niños con el consumo pasan a ser agentes y actores activos del escenario de hoy: los niños son también capaces de consumir. Al igual que el resto de los ciudadanos adultos, son siempre potenciales consumidores. (Rabello de Castro, 2001)

Las infancias que tenemos están atravesadas por la polarización social y la fragmentación del consumo material, pero son interpeladas por el mercado con un discurso diferente y casi opuesto a aquel con el cuál las instituciones las interpela. Las infancias contemporáneas perciben de un modo diferente al de los adultos y al de la escuela, acceden a muchos conocimientos, informaciones y saberes tempranamente y, muchas veces, sin la mediación de un adulto. Los niños están “empapados de otros lenguajes, saberes, escrituras y deseos que circulan por la sociedad y que el mercado les ofrece”.

Pero además, estas nuevas infancias son víctimas de la fragmentación social y económica más que en cualquier otra época. Y son además víctimas del desconcierto de los adultos antes sus nuevas maneras de ser niños. Por eso, el desafío más importante sea tal vez, mirar a los niños, conocer sus nuevas maneras de ser y de estar en este mundo contemporáneo, comprender el modo en que construyen identidad. Volver a mirarlos una y otra vez. Para entenderlos y para ayudarlos a entender. Para acompañarlos y para -de un modo diferente al de la modernidad, pero no por eso menos significativo-,  protegerlos y ayudarlos a crecer.

 Por Valeria Dotro


[1] Carli Sandra: “Notas para pensar la infancia en la Argentina (1983-2001) Figuras de la historia reciente”, en Carli Sandra (comp.) La cuestión de la infancia. Entre la escuela, la calle y el shopping. Buenos Aires. Paidos. 2006

[2] Rabello de Castro, L. Infancia y Adolescencia en la Cultura del Consumo, Bs. As.: Grupo Editorial Lumen. 2001.

Foto: http://jasmineboyajian.wordpress.com/